[aparece] una vez más ataviado con los
harapos de las palabras (…) Oímos que habla. Dice frases que escribió un día,
con enorme emoción difícilmente comparable a cualquier otra en el mundo desde
que Dios se ausentó del corazón de los humanos. Y, si es que hay potestades en
el aire (…), sienten especial preferencia por retozar en las noches de siega,
reconocen esa honda conmoción que oyeron antaño en Judea, en Roma y en
Saint-Cyr, en todos los lugares en que con emoción se imprimió cadencia a la
lengua. La conocen. También nosotros la conocemos, sabemos que existe; más no
sabemos en realidad en qué consiste (…)
¿Qué es
lo que hace que la literatura se reanude sin fin? ¿Qué es lo que impulsa a los
hombres a escribir? ¿Los demás hombres, sus madres, las estrellas, o las
antiguas cosas inmensas, Dios, la lengua? Las potestades lo saben. Las
potestades del aire son ese sutil viento entre las hojas.
Pierre Michon, Rimbaud el hijo
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